19 de octubre de 2011

perla vagabunda

Una roca pequeña, va y viene entre corrientes de agua, gira y gira hasta ser atrapada por una ostra hambrienta, la cual ha estado extendiendo su rosada lengua en busca de lo que sea que le aumente la vida. Atrapada en esa prisión van pasando las horas, ella espera que se abra la salida para continuar el camino a su sueño: conocer el mundo humano. Ruega y llora a la ostra en espera de que se apiade y le dé la llave ansiada, la ostra por querer demostrar su dureza, solo se burla de ella, le deja caer su viscoso y nacarado veneno  robándole fuerzas, doblegando poco a poco su voluntad, día tras día una dosis le cae encima a la roca, manipulada por las falsas promesas de la ostra, sus esperanzas por salir se van perdiendo.
Sin comunicación alguna del exterior, ignora que la ostra es arrastrada por una red junto con muchas otras, por un montón de pescadores quienes se han adentrado en un mar lleno de niebla en busca de alimento para sus hambrientas familias que han sido tocadas por la furia de los dioses con lluvias feroces y destructivas. 
Uno de ellos, el más pobre pero bondadoso, ha reclamado solo unas cuantas ostras para sí. No necesita más puesto que vive en total soledad, solo acompañado por los tesoros encontrados en las orillas de la playa. Abre su ostra en una húmeda mesa hecha de trozos de barcos, y encuentra a la roca que ha crecido hasta ser del tamaño de una cereza. Sus ojos contemplan la belleza que posee,   despierta de su letargo al encontrarse libre, lo primero que ve es que a costa de la vida de la ostra, su sueño de conocer el mundo humano se cumplió.
El hombre la lleva de la mesa a otro cuarto donde reposan pequeñas montañas de hielo que no se derriten,  cuelgan de un clavo oxidado; en medio de ellas un vacío, lleva su mano la roca lo escucha recibiendo otro nombre, él  no le llama roca,  le llama perla. La coloca cual reina entre las montañas, satisfecho por completar su creación  el hombre dice felizmente: vendiendo esto al fin podré tener lo que deseo; el dinero para tener mi barco y  la vida de bucanero que antes lleve navegando los mares sin nada que me atara. La vida de una perla comienza en el centro de una ostra y termina en manos de un humano. 

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